Cuando
Rodolfito vino al mundo la cara de papá se iluminó:
¡Le podré
llevar al futbol! Decía mientras le acunaba en sus brazos. ¡Lo primero que haré
será hacerle el carnet del Madrid! Afirmaba entusiasmado.
Su
sonrisa no se borró en toda la tarde. Le
iba contando cosas de esto, de aquello, de lo grande que se iba a hacer, de lo
fuerte que se pondría. ¡Quizás hasta llegara a ser delantero en el equipo! Papá
Rodolfo se sentiría muy orgulloso. Ya se encargaría él de que ese sueño se hiciese
realidad.
Mamá Concha
los miraba llena de orgullo desde la cama. Padre e hijo serían grandes
compañeros y tendrían muchas cosas en común para compartir. Su sueño se había
cumplido: Su primer hijo. Desde que supieron que iba a ser niño comenzó todo un
festival de preparativos en casa. En la que sería su habitación, decoraron las
paredes de color azul con nubecillas blancas y mamá Concha dibujó un gran árbol
en una esquina con muchas ramas y hojas verdes desde las cuelas se veían varios
pajarillos apostados en una de sus ramas. Su ropita en tonos azules y blancos,
por supuesto, fue preparada con esmero por las abuelas. Pijamas azules y
blancos, pantaloncitos también azules y algún que otro detalle en tela vaquera.
Jerséis y abrigos aparecían perfectamente colocados en sus perchas.
La abuela
materna María Luisa, había tejido una colcha en patchwork para la cuna. Se le
daban bien las manualidades y, orgullosa, preparó telas en distintos tonos de
azul con rayas, círculos, líneas, y otras con diminutos puntitos en rojo y
amarillo.
Justo al lado
de la ventana habían colocado una cómoda con ocho cajones haciendo juego con la
cuna y la mesilla. Un cajón marrón y otro azul, marrón y azul ¿Y sus juguetes?
Las tías y tíos habían traído: peluches, sonajeros, coches y hasta un triciclo
para cuando ya fuese más mayor. Todos ellos estaban distribuidos aquí y allá
decorando la habitación.
Por supuesto,
cuando ya habían transcurrido unos días desde que llegaran a casa y se habían
adaptado a la nueva situación madre e hijo, prepararon una fiesta para
presentarlo en sociedad.
Ese día tan
especial, la familia y amistades que acudieron a conocer a Rodolfillo, trajeron
regalos que mamá y papá iban abriendo y colocando en un rincón para que todo el
mundo pudiese verlos. Tía Dora llegó con Juan, su marido y su hijo Andrés, un
guapo adolescente de catorce años. Tía Dora llegó, como digo, y después de
saludar a su cuñada Concha le entregó un paquete. Todas las personas invitadas
estaban expectantes ¿qué sería? Porque Rodolfillo ya tenía: coches, camiones,
pijamas azules, patucos blancos, jerséis de varias tonalidades de azul y
blanco, incluso una pelota de tela de rayas de colores.
De pronto, al
abril la caja apareció un color raro y, Concha, desconcertada extrajo con
cuidado lo que había en su interior y lo fue levantando para verlo mejor. Era
algo de color verde. Un abrigo acogedor y calentito de color verde musgo con
detalles en lila en la abotonadura y en la capucha. Un color lila muy lila que
a mamá Concha no le gustó nada de nada. Muchas bocas se abrieron sin saber
cerrarse. Muchos pensamientos se quedaron en blanco sin atreverse a ser
pronunciados. La garganta de Concha se secó, al igual que la de papá Rodolfo y
después tuvieron que hacer un gran esfuerzo para tragar saliva. El silencio se sentía
denso en el ambiente. Fue tía Dora quién rompió ese mutismo y, con una gran
sonrisa dijo:
-
¡Espero
que te guste porque a nosotros nos encantó cuando lo vimos en una tienda de la
quinta avenida de New York la semana pasada!
-
Gracias
–acertó a decir mamá Concha mirándole a la cara desconcertada.
-
Ahora
te parecerá muy grande pero para cuando se lo tengas que poner le quedará
divino. ¡No es precioso! –dijo con intensa emoción.
-
¡Supongo
que el color estará de moda en EE.UU! se atrevió a decir con cara de
preocupación mientras pensaba… ¿Cómo le pongo esto a mi niño? ¿Qué dirá la
gente?
-
Sí,
es lo último. Allí no tienen tantos reparos en poner a un niño otros colores
que no sean: azul y blanco. ¡A nosotros nos pareció un abrigo precioso!
Tía
Dora era consciente del estupor reinante pero lo ignoró. Sabía que tendría que
pasar tiempo hasta que esos pensamientos cambiasen. Ella había comenzado ya y
para que su cuñada viera que no lo había comprado para molestarla sino para que
su mente comenzara a plantearse otros aspectos de la realidad, se acercó y le
dio un abrazo.
Su
hermano Juan observaba a su mujer sonriente siendo plenamente consciente de lo
que allí ocurría pero conocía a su esposa y la respetaba. Cogió una copa y al
alzó diciendo:
-
¡Ya
es hora de que rompamos estereotipos! ¡Brindemos por esta criatura que vivirá
en el siglo XXI y tendrá que vestirse como quiera a pesar de las costumbres que
le estáis imponiendo desde antes de nacer!
La
tensión dio paso a las risas y todas las personas allí presentes cogieron una
copa para brindar por ese niño y por el abrigo que, aunque no sabían muy bien
como asimilar, tuvieron que aceptar.
Dora
y su marido se miraron y se guiñaron un ojo.
ATREVÁMONOS A SOÑAR
Los
estereotipos no tienen ningún fundamento científico y sin embargo se siguen
transmitiendo en la sociedad de generación en generación, por costumbre, porque
siempre ha sido así.
Las personas
que viven en una determinada sociedad se dejan arrastrar por esas costumbres
sin planteamientos de ningún tipo y sin darse cuenta de que conforman su forma
de pensar y de estar en el mundo.
Desde hace
bastantes décadas, cada vez más personas, trabajamos para romper con esos
estereotipos que perpetúan la discriminación entre ambos sexos.
Niñas y niños
se comportan, en la familia y en la sociedad,
de acuerdo a lo que se espera de ellas y de ellos.
La educación
es el verdadero motor capaz de ayudar a desarrollar mentes conscientes y
responsables para que cada persona pueda decidir lo que considere mejor para sí
misma y para la sociedad en la que vive.
Queda mucho camino para cambiar los estereotipos de esta sociedad, pero como dijo un sabio, un gran viaje comienza con un pequeño paso. Ánimo y adelante...
ResponderEliminarGracias Pedro, mi compañero caminante. Juntos hacemos camino en este ambicioso y fundamental tema que pretende desarrollar un sentimiento más justo entre ambos sexos y, como ya sabes, el lenguaje es quién crea nuestros pensamientos y estos conforman nuestro estar en el mundo.
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