El 5 de febrero de 2009 murió mi madre. Estuvo un mes en la UVI y verla dormida todos los días observando como se iba deteriorando su cuerpo fue muy doloroso. Al final no pudo salir adelante.
Cada día, cuando iba a verla, le pedía que tuviera ganas de vivir, que se quedara con nosotros todavía unos años más, así vería cómo crecían sus nietas y nietos, cuales eran sus proyectos de vida y sus ilusiones. Vería también salir el sol y compartir pedazos de vida con su hijo y conmigo. Le decía al oído que luchara por salir de allí y que no se preocupara por nada porque ella iba a estar muy bien atendida, de ello ya me encargaría yo. Ella lograba abrir un momento los ojos, un poquito y los volvía a cerrar cansados.
Un día me di cuenta que quizás ella ya no tenía fuerzas para seguir viviendo, que quizás su tiempo en esta vida ya se había agotado y sobre todo supe que, por muchas ganas de vivir que ella tenía, porque amaba la vida, tenía que dejarla marchar. Con todo el dolor de mi corazón supe, en ese momento que la estaba reteniendo en contra de su voluntad. Ella sabia que su cuerpo ya no le correspondía aunque su alma deseara vivir. Entonces, con lágrimas resbalando por mis mejillas, me acerqué a su oído y la susurré: "Puedes marchar. No te preocupes por nada, nosotros estaremos bien. Te puedes ir sabiendo que te queremos y que siempre te llevaremos en el corazón.
Escribí este poema en su honor. Es lo menos que podía hacer ya.
RECUERDOS PÓSTUMOS
Palabras hirientes que se
perpetúan
en la memoria y se graban
con fuego
en el corazón sangrante y
dolido.
Se rebela y se hunde
compungido.
Levanto la cara mirando al
sol.
Queriendo beber sus
cálidos rayos.
Dejándome acariciar por su
calor.
Si acaso se ilumine un
momento más
mi oscuro interior en un
único intento
baldío de consuelo.
Así, sintiendo su calor,
aprecio su alivio.
Más mi pena no se deshace,
no se aminora sino que
crece…
y mi corazón permanece…triste.
Hora es ya de ir
recobrando fuerzas.
De seguir viviendo,
de tomar aliento.
Prestada la máscara
sonriente,
e ir evitando la fría y
triste soledad
que inunda por doquier mi
interior,
con una pena mortal.
Hora es ya de ir
caminando.
Añorándote… mirando al
frente.
Sintiéndote pero
avanzando.
Retrocediendo, quizás
pero sin caer ni un solo
momento.
Si acaso un segundo,
para luego continuar
adelante…
Recordándote… queriéndote
madre.