sábado, 30 de agosto de 2014

Poema a mi madre

El 5 de febrero de 2009 murió mi madre. Estuvo un mes en la UVI y verla dormida todos los días observando como se iba deteriorando su cuerpo fue muy doloroso. Al final no pudo salir adelante.
Cada día, cuando iba a verla, le pedía que tuviera ganas de vivir, que se quedara con nosotros todavía unos años más, así vería cómo crecían sus nietas y nietos, cuales eran sus proyectos de vida y sus ilusiones. Vería también salir el sol y compartir pedazos de vida con su hijo y conmigo. Le decía al oído que luchara por salir de allí y que no se preocupara por nada porque ella iba a estar muy bien atendida, de ello ya me encargaría yo. Ella lograba abrir un momento los ojos, un poquito y los volvía a cerrar cansados. 

Un día me di cuenta que quizás ella ya no tenía fuerzas para seguir viviendo, que quizás su tiempo en esta vida ya se había agotado y sobre todo supe que, por muchas ganas de vivir que ella tenía, porque amaba la vida, tenía que dejarla marchar. Con todo el dolor de mi corazón supe, en ese momento que la estaba reteniendo en contra de su voluntad. Ella sabia que su cuerpo ya no le correspondía aunque su alma deseara vivir. Entonces, con lágrimas resbalando por mis mejillas, me acerqué a su oído y la susurré: "Puedes marchar. No te preocupes por nada, nosotros estaremos bien. Te puedes ir sabiendo que te queremos y que siempre te llevaremos en el corazón.

Escribí este poema en su honor. Es lo menos que podía hacer ya.


RECUERDOS PÓSTUMOS


Palabras hirientes que se perpetúan
en la memoria y se graban con fuego
en el corazón sangrante y dolido.
Se rebela y se hunde compungido.
Levanto la cara mirando al sol.
Queriendo beber sus cálidos rayos.
Dejándome acariciar por su calor.
Si acaso se ilumine un momento más
mi oscuro interior en un único intento
baldío de consuelo.
Así, sintiendo su calor,
aprecio su alivio.
Más mi pena no se deshace,
no se aminora sino que crece…
y mi corazón permanece…triste.
Hora es ya de ir recobrando fuerzas.
De seguir viviendo,
de tomar aliento.
Prestada la máscara sonriente,
e ir evitando la fría y triste soledad
que inunda por doquier mi interior,
con una pena mortal.
Hora es ya de ir caminando.
Añorándote… mirando al frente.
Sintiéndote pero avanzando.
Retrocediendo, quizás
pero sin caer ni un solo momento.
Si acaso un segundo,
para luego continuar adelante…


Recordándote… queriéndote madre.
Un año más se terminan las vacaciones del verano. Siento que soy otra persona: más tranquila, serena y relajada. Ha pasado el tiempo necesario para olvidar el estrés acumulado durante todo el curso anterior, los sin sabores, las desilusiones, las inquietudes, los sentimientos a flor de piel y las fisuras incipientes en el corazón capaces de convertirse en grandes sufrimientos. 

Sí, ha sido un curso duro, muy duro. Por otro lado allí, justo al final de éste, quedaron los abrazos, los apoyos y las palabras de consuelo y cariño de todas esas personas que han estado siempre a mi alrededor, siempre atentas a cualquier desfallecimiento para recoger mi tristeza, mi ansiedad y cubrirla de luz, de paz. Gracias a todas esas personas porque sin ellas, no hubiese sido capaz de seguir adelante. Gracias a mi familia, a mis compañeras y compañeros, a mis mamás y papás, a todas esas personas que me conocen desde hace tanto tiempo y saben como soy, cómo trabajo, como siento y cómo doy todo lo que tengo de mí. Gracias por vuestra confianza, por vuestra apoyo, vuestros abrazos siempre maravillosos y por vuestras palabras, vuestras sonrisas.
Gracias también a mis queridas niñas y niños de la clase de las ositas y ositos. Siempre he sentido vuestro cariño, incluso en los momentos más difíciles y a pesar de ellos. Siento no haber podido terminar el ciclo y haberos dejado en Primaria. Siento que las cosas se hayan desarrollado de esa manera.

Hoy, a punto de comenzar un nuevo curso escolar, en Primaria, por primera vez en toda mi carrera profesional, me siento muy ilusionada para comenzar en esta nueva etapa, con ganas de dar lo mejor de mí a mi alumnado, con mucha fuerza y una gran vocación de maestra. Y es que ¡Tengo mucho que dar!

El verano está pasando y lo bueno de todo esto que me ha ocurrido durante el curso escolar es que siempre intento disfrutar de los momentos de la vida, esos que pasan a nuestro alrededor y que muchas veces, pasan desapercibidos, de todos ellos y de todas las circunstancias que les rodean: Un paseo por el campo, por la playa, por la ciudad, sentir los cálidos rayos del sol y la suave brisa marina. Rodearme de mis amistades, de mi familia y saborear su presencia, su comunicación y su cariño. 

En este tiempo estival me ha dado tiempo para hacer muchas cosas, entre ellas: pasear y leer. Algunas otras se quedaron todavía pendientes de realizar, pero no me cabe ninguna duda de que las realizaré. Son proyectos que van tomando forma, que voy visualizando y que están germinando. Sé que pronto comenzaran a materializarse. Uno de esos proyectos es escribir un libro (otro), relacionado con ese tema que tanto me apasiona desde hace ya tanto tiempo y que considero tan importante: La discriminación de la mujer en el lenguaje hablado y escrito y su relación con la formación de la identidad de la persona y también de la violencia de género hacia las mujeres.
  
  Ahí vamos!!